Por Magíster
Denis Chávez
Docente e investigador de la Universidad de Panamá
Hay que reconocer que la Universidad atraviesa por una crisis de acumulación de problemas desde hace varios años. Crisis que ahora se ensancha por reducciones presupuestarias e incomprensión del rol de las universidades públicas. Para enfrentar la problemática es indispensable comprender que “sin autonomía no hay Universidad”
Los centenarios de las
universidades no son hechos aislados ni se reducen a una programación
conmemorativa protocolar, porque es una ocasión irrepetible para pensar y
repensar el pasado, presente y porvenir de la institución. Es un momento ideal
para hacer un balance multidimensional y constituye un escenario para renovar
las relaciones con la sociedad y el Estado. El centenario de la Universidad
debería generar el compromiso de relanzarla, dado que atravesamos por una época
de cambios y reformas inaplazables en la educación universitaria.
Un centenario que asegure el
futuro de la Universidad de Panamá
El 7 de octubre de 2025
conmemoramos noventa años de inauguración de la Universidad de Panamá, antesala
a su “centenario en el 2035”, lo que debiera suscitar un “gran debate” de todos
los universitarios, egresados y la comunidad nacional sobre “nuevas metas
institucionales”. Así como se desarrolló una discusión pública, meses previos a
la fundación en 1935, sobre el carácter y los fines de la Universidad, en los
actuales momentos hay suficientes razones para la realización de una profunda y
amplia deliberación acerca de sus desafíos provenientes de la realidad nacional
y las tendencias universales de educación superior.
Si la creación de nuestra
Universidad fue uno de los hechos de mayor trascendencia en el siglo XX,
igualmente “el centenario podría ser una fecha memorable para reinaugurar la
Universidad de Panamá”, visto como acontecimiento relevante del siglo XXI. Pero
ello requiere una política institucional que trascienda periodos
administrativos rectorales, un debate planificado y “un proceso de cambios
desde ahora hasta el 2035”. También demanda que al mismo tiempo que
reflexionemos sobre su papel histórico, “tracemos las bases de una Universidad
en transformación”. Ello nos obliga a tener una formación vinculada
permanentemente a los cambios sociales y tecnológicos.
La autonomía es existencia,
estabilidad y desarrollo de la Universidad
Los enfoques precedentes son
vitales porque se ha convocado las elecciones de las autoridades que dirigirán
la Universidad de Panamá durante el periodo 2026-2031, lapso de transición a
sus 100 años. La escogencia de las autoridades universitarias por los
profesores, estudiantes y administrativos representa una conquista histórica de
toda la sociedad panameña y un momento estelar para el ejercicio responsable de
la autonomía. Una contienda electoral ejemplar constituye una rotunda
afirmación de la autonomía de la Universidad.
Estas elecciones debieran
convertirse en un “intercambio de ideas y propuestas” para la reinauguración de
la nuestra Alma Mater. Deben constituir el inicio de un amplio debate sobre la
“reforma universitaria del centenario”. Para que esto ocurra hay que considerar
las advertencias de Octavio Méndez Pereira, al sostener que la política
universitaria necesita diferenciarse de la política tradicional plagada de
discursos superficiales, pues ha de basarse en argumentos y proyectos
académicamente fundamentados. La Universidad está obligada a descartar toda
forma de clientelismo, difamación, anónimos y rumores, ajenos a su naturaleza
académica.
Para asumir responsablemente los
retos, hay que reconocer que la Universidad atraviesa por una crisis de
acumulación de problemas desde hace varios años. Crisis que ahora se ensancha
por reducciones presupuestarias e incomprensión del rol de las universidades
públicas. Para enfrentar la problemática es indispensable comprender que “sin
autonomía no hay Universidad”.
Por lo tanto, hay que empoderarse
de las posibilidades y oportunidades que representa la autonomía, entendida
como una responsabilidad nacional y social que la sociedad delega a la
institución. Hoy, la autonomía ha adquirido nuevas dimensiones, “lo que exige
ejercerla con innovación y creatividad hacia el cambio académico y
administrativo, ser ejemplo de transparencia y rendición de cuentas, así como
un involucramiento crítico y propositivo ante los problemas nacionales”.
La refundación centenaria de la
Universidad también debiera significar el rescate y preservación del “Campus
Octavio Méndez Pereira como patrimonio cultural e identidad universitaria”.
Desde su inauguración ha formado parte de la personalidad nacional del Estado
panameño. El mismo testimonia el aporte a la formación cultural y profesional
del país, más los empeños por la conquista de la soberanía y la consolidación
de la identidad nacional.
Nueva gestión innovadora en las
funciones universitarias
La Universidad de Panamá es una
mega universidad, integrada por una pluralidad y diversidad de unidades
académico-administrativas, profesores, estudiantes, administrativos, egresados,
patrimonio y presencia nacional. Ésta no puede seguir gestionándose con las
mismas estructuras, procedimientos y metodologías concerniente a otra realidad,
cuando “hoy reclama transformaciones innovadoras en la gestión institucional de
sus funciones de enseñanza, investigación, extensión y gestión”.
Tampoco puede continuar
dirigiéndose con un liderazgo individualista que impide el desarrollo potencial
de la institución, ya que las nuevas condiciones exigen un “liderazgo
institucional, ético y participativo”, porque por encima de las autoridades
está la institución, las unidades académicas y los estamentos. La Universidad
es lo permanente y las autoridades son transitorias. La exaltación personalista
tiene que dar paso a una conducción institucional de la Universidad, donde
tengan protagonismo los extraordinarios y consagrados profesores,
investigadores, estudiantes y administrativos que tiene la institución.
Incorporar a los egresados para
fortalecer la Universidad
La ruta hacia el centenario es
propicia para establecer una imprescindible relación de la Universidad con sus
egresados, puesto que más allá del número de graduados aportados al país, hay
que incorporarlos con programas y acciones permanentes mediante una política
institucional pública universitaria. Los egresados tienen mucho que contribuir
al fortalecimiento y la transformación innovadora de la institución. Deben ser
considerados como parte de la comunidad universitaria y afirmar su sentido de
pertenencia por medio de una relación bilateral y participativa. La experiencia
y la trayectoria de los profesionales titulados fortalece el prestigio de la
imagen institucional de la Universidad. Con los egresados se puede evaluar
constantemente la misión académica y social de la Alta Casa de Estudios
superiores.
Redefinición de la misión y
porvenir de la Universidad
La coyuntura es apropiada para
retomar el valor estratégico de la misión universitaria, entendida como el
propósito central, rumbo e identidad de la Universidad. Esto debe conllevarnos
a reflexionar sobre las buenas prácticas a replicar, correcciones a realizar y
las transformaciones que se exigen a las universidades en un mundo que cambia
aceleradamente. La apertura a la innovación, a las transformaciones sociales y
tecnológicas es congruente con la salvaguarda de los fundamentos que han
conformado la personalidad universitaria y el tiempo para pensar con
profundidad.
La existencia y el futuro de la Universidad podrá garantizarse con la capacidad de redefinir y actualizar su misión, lo que implica retomar los componentes paradigmáticos misionales que han proporcionado identidad institucional e incorporar nuevos paradigmas del siglo XXI, tales como el enfoque crítico y ético sobre el entorno digital, la perspectiva de género, la sostenibilidad, la educación a lo largo de la vida y formarse para enfrentar lo inesperado en una época de incertidumbre. Hay que recuperar la vida universitaria de discusión y confrontación de ideas. El pensamiento crítico, la construcción y custodia del conocimiento frente a las distorsiones de la posverdad, forma parte de la misión de la Universidad.
El camino al centenario debe
arribar a la reconceptualización de la misión universitaria, fundamentándose en
lo que la nueva época le exige a las nuevas mujeres y varones universitarios,
con la guía de una formación integral, una preparación altamente técnica y una
ciudadanía comprometida socialmente.
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